ALICANTE PARADÓJICO: CAPITALIDAD POLÍTICA Y CRISIS ECONÓMICA (Finales del XVIII)

Por Antonio Adsuar Hola Hola amigos, Parece que fue ayer cuando comencé a contaros nuestros avatares en el siglo XVIII. Pero hoy ya vamos a cerrar esta época...

Por Antonio Adsuar

Hola Hola amigos,

Parece que fue ayer cuando comencé a contaros nuestros avatares en el siglo XVIII. Pero hoy ya vamos a cerrar esta época dorada para nuestra terreta con un último post tras el que daremos paso a mi centuria más querida: el siglo XIX.

¿Cómo le fue, pues, a la millor terreta del món a finales del siglo XVIII? Bien y mal, ahora me explico. Políticamente nuestras comarcas, especialmente la ciudad de Alicante, se vieron beneficiadas a partir de 1799 al constituirse como provincia. Pasaron, de esta forma, a ser en mayor grado centro de si mismas. Veamos como sucedió…

Fue en virtud del llamado plan Soler de 1799, que pretendía ahondar en el proceso de centralización, racionalización y eficacia que había comenzado con la llegada de los Borbones desde principio de este siglo. Para organizar mejor la vida social y económica, especialmente de las zonas costeras que generaban mucha actividad comercial, se añadieron 6 provincias, llamadas marítimas, a las anteriormente existentes.

Estas nuevas áreas se dibujaron dividiendo provincias más amplias: por ejemplo, dentro de la provincia de Murcia se creó la de Cartagena, dentro de la de Sevilla la de Cádiz y dentro de la de Valencia, la provincia de Alicante.

Los objetivos fueron varios: recaudar mejor los impuestos, hacer llegar la administración del Estado de forma más eficaz al territorio, facilitar la transmisión de las políticas implementadas  desde Madrid a los diferentes territorios y permitir que los ciudadanos pudieran realizar importantes gestiones en urbes más próximas, entre otros.

La capitalidad provincial de Alicante se vio reforzada por su confirmación como cabeza de su territorio con la creación de la Diputación en los años de 1820´ (durante el trienio liberal) y definitivamente ratificada con la clásica división de Javier de Burgos de 1833, que aún se mantiene en la actualidad.

Analicemos un poco más en profundidad qué significo para la urbe del Benacantil este muy relevante triunfo político. Podemos decir que Alicante fue una capital tardía. Si bien su hegemonía económica en la terreta ya fue clara a partir del siglo XVI, y sobre todo del XVII, no consigue sustituir a Orihuela como capital política efectiva hasta el siglo XIX.

Alicante, gracias a su gran auge económico del XVIII, fue ganando relevancia indiscutiblemente, gracias sobre todo a la actividad de su puerto, de los más importantes de España. Sin embargo, durante el siglo XVIII en nuestras comarcas no hubo una capitalidad política clara, al quedar la zona dividida en 5 corregimientos borbónicos sin relación jerárquica entre sí.

Ahora, en el siglo XIX, la primacía política de la ciudad de Alicante será incontestable. Desde la ciudad irá creciendo la Diputación y con ella se irán extendiendo todas las nuevas políticas del Estado, fundamentalmente la construcción de carreteras aunque también una tímida política social educativa y sanitaria. Nunca antes el Estado se había sentido de forma tan clara y beneficiosa; los alicantinos, igual que el resto de españoles, estaban acostumbrados a que la administración se encargar únicamente de cobrar impuestos, impartir justicia y organizar las guerras.

Mapa provincial de 1799

No obstante, no todo fue positivo en mi opinión. Alicante devino gracias su centralidad total, ahora ya económica y política, un especie de Ciudad-Isla. El puerto la conecta con el mundo pero a su vez la hace pensarse autosuficiente y no ser lo necesariamente solidaria con su hinterland.

Las demás ciudades y pueblos de la terreta se veían obligados a comercializar sus productos a través de la rada de Alicante. Sin embargo, la Ciudad-Capital no conoce verdaderamente sus territorios circundantes, no se preocupa suficientemente por ellos ni genera liderazgos políticos solidarios.

Durante los siglos XIX y XX Alicante no se ha implicado de manera verdaderamente efectiva con su retro-tierra, no ha conocido ni compartido los problemas de las otras ciudades. Ha sido, en demasiados casos, una Ciudad-Solipsista, demasiado vuelta sobre sí misma.

Si unimos esta desvertebración del territorio con su condición de capitalidad tardía, comprenderemos mejor un déficit político estructural, que, a mi modo de ver, se ha ido arrastrando con claridad hasta nuestros días.

Batalla de Trafalgar

Por lo tanto un escenario político con luces y sombras es el que queda perfilado ante nosotros. El triunfo político de Alicante se ve, paradójicamente, unido a su declive económico. A partir de los años 1780′ la economía de la villa marinera entra en crisis. ¿Por qué sucedió esto?: Básicamente porque, sobre todo desde el año 1789, que trajo la Revolución Francesa, España y numerosas naciones se vieron envueltas en interminables guerras que interrumpieron los intercambios comerciales y llenaron el Mediterráneo y el Atlántico de buques que ya no comerciaban sino que se disparaban entre ellos.

El mar, del que vivía y para el que vivía Alicante, dejó de ser el paraíso de intercambios prósperos de Adam Smith para convertirse en una bañera de sangre más propia de Hobbes. Y si el mar se enturbiaba Alicante sufría. La conservadora España entró en guerra con la Francia revolucionaria ya en 1789. El cambio de alianzas determinó que se enfrentara también a Inglaterra desde 1796. La conocida derrota marítima de Trafalgar de 1805 dejaba la flota española muy maltrecha y a los ingleses con el dominio de los mares.

Por si toda esta ristra de calamidades no fuera suficientemente lacerante, los franceses invadieron la Península Ibérica en 1808. Alicante, carente casi por completo de industria y siempre deficitario en grano para alimentar a su población, cayó en picado.

Hasta 1850 no se fue recuperando la economía, si bien la segunda mitad del siglo XIX servirá para que la terreta se recupere bastante bien de esta época de penurias.

Pasemos a nuestra conclusión de hoy. Por fin el liderazgo político de la terreta recayó en Alicante y las sinergias con su centralidad económica se evidenciaban positivas. La creación de las provincias afianzó la conexión Madrid/Rey/Corte-Alicante que históricamente había sido tan positiva y había dado sentido a la ciudad.

A pesar de todo esto la mejor organización política de nuestro espacio vino acompañada de tres factores negativos:

1.La poca articulación capital-territorio ya comentada, que fue especialmente notable en relación a las comarcas de norte de la provincia de Alicante, a las que yo llamo «el Alicante de las montañas».

Esta parte Norte de la terreta había vivido un devenir histórico diferente al del Alicante-Sur=»Alicante de las palmeras», con una mayor integración histórica en el antiguo Reino de Valencia, pero quedó con la aparición de la provincia encuadrado en un territorio donde se encaje era y es problemático.

2.En segundo lugar, la articulación del conjunto del antiguo Reino de Valencia se vio dificultada, al quedar su espacio dividido en tres demarcaciones provinciales independientes. Las difíciles relaciones Valencia-Alicante (las dos ciudades más importantes, llamadas a liderar el territorio) quedaron mermadas, carentes de espacio de encuentro.

3.Por último, la coyuntura económica, como hemos comentado, no acompañó hasta 1850, significando esto una dificultad adicional.

No obstante creo que no debemos ser en demasía exigentes y perfeccionistas y opino que podemos decir que, a pesar de la paradoja-Alicante, la terreta entró renovada a un siglo apasionante, el XIX, al final de cual su crecimiento e importancia en todo los ámbitos se revelaron excepcionales.

Nos vemos pronto amigos, ¡id por la sombra!

Por Antonio Adsuar

*Fuentes principales: E. Giménez, «Alicante, economía de una ciudad portuaria en el siglo XVIII», ed. Alfons el magnànim, VVAA «Historia de la provincia de Alicante», editorial Mediterráneo, tomo III.

In this article

Join the Conversation