ALICANTE, UN PODER A CONTRAPIE: AUGE DE LA CIUDAD EN LOS SIGLOS XVI Y XVII

Por Antonio Adsuar Saludos amigos #AlicanteLovers, En las 2 entradas anteriores de este blog comentamos las dos particularidades más destacadas que hicieron importante a la ciudad de Alicante...

Por Antonio Adsuar

Saludos amigos #AlicanteLovers,

En las 2 entradas anteriores de este blog comentamos las dos particularidades más destacadas que hicieron importante a la ciudad de Alicante durante la edad moderna:

1.Su magnífico puerto, verdadero centro de redistribución entre el mundo y Castilla (podéis clicar aquí para releer el post donde lo explico)y…

Alicante en el siglo XVI

2.Su rica huerta, que acabó generando una economía agro-exportadora que benefició a una oligarquía local que vendía vino Fondillón por toda Europa a través de su excepcional puerto (pinchad aquí para leer el post relacionado)

¿Qué vamos a analizar hoy?: pues en esta entrada veremos las consecuencias de 1+2. La capital actual de la terreta ganará mucho poder como observaremos, incrementando su población y su economía.

Además, un proceso clave la beneficiará: la paulatina construcción de una monarquía hispánica más unificada (aunque sin fusión de reinos) ayudará a crecer a una urbe como la alicantina, situada en la Corona de Aragón pero muy relacionada con Castilla. Entremos en materia entonces…

Expulsión de los moriscos del 1609 por el puerto de Alicante

La gobernación de Orihuela en general y la ciudad de Alicante en particular siempre habían estado especialmente vinculadas con el rey. Por ese motivo el incremento del poder de la monarquía de los Austrias desde Carlos V, aunque debilitó el entramado foral del Reino de Valencia en su conjunto, permitió a la ciudad del Benacantil tener un contacto más directo con su principal fuente de ingresos y poder: la corte real, ubicada de forma permanente en Madrid desde 1561.

La ciudad, siempre mal conectada con Valencia por su situación geográfica, veía con el aumento del poder real crecer el eje que la hacía importante, reforzando el proceso de construcción del Estado moderno y el absolutismo monárquico el flujo Alicante-Castilla a través del corredor del Vinalopó.

A mi modo de ver, podemos decir que el devenir histórico de la monarquía hispánica jugaba a favor de Alicante, mientras que perjudicaba la capitalidad de Valencia. No obstante, esta aseveración no creo que sea extensible a otras ciudades de la gobernación como Orihuela y Elche, que tenían una estructura social más vinculada a los gremios y se vieron más perjudicadas por el debilitamiento de las leyes propias forales y de las estructuras productivas que estas amparaban (particularmente las manufacturas, que no eran importantes en la ciudad de Alicante).

Centrémonos de nuevo en la villa alicantina. Hemos de decir que se observa diáfanamente el crecimiento poblacional de la urbe: en 1500 es la cuarta ciudad del Reino de Valencia, multiplicando por 3 sus habitantes en el siglo XVI, mientras que el conjunto del Reino «solo» duplicó su población.

Hemos de tener en cuenta además que aunque en general el siglo XVII es malo para «El Regne», sobretodo por la expulsión de los moriscos de 1609, a la ciudad de Alicante esta no le afecta apenas nada, creciendo la ciudad también en esta centuria al aumentar sus efectivos viéndose estos multiplicados por 2,5.

Otra esfera en la que se puede constatar el auge de la urbe de Alicante es la educativa. La subida de la población llevó a abrir centros educativos en este emplazamiento: los agustinos se instalan en el 1565 en la ciudad, en 1586 lo hacen los dominicos y en 1629 los jesuítas. Aunque la capital eclesiástica y cultural de la gobernación es sin duda Orihuela, que cuenta con universidad desde el siglo XVI, Alicante mejora en este aspecto.

Todo el proceso de lucha entre Orihuela y Alicante por la capitalidad de la terreta, que ya analizamos en este blog (aquí puedes leer el post) lleva a la ciudad portuaria a liderar de manera clara nuestro territorio desde el siglo XVII.

Eso sí, hemos de tener en cuenta una cosa: la capitalidad política efectiva de Alicante no se vio claramente reconocida hasta la aparición de la provincia en los principios de siglo XIX. Si bien ya reside en Alicante el Baile (cargo más importante de la gobernación en materia de economía) desde 1647, nunca fue esta ciudad la sede «de derecho» del gobernador, principal cargo político de la demarcación.

Alicante es pues una capital política tardía y considero que esto tiene repercusiones aún en la actualidad. Debemos añadir a esto un dato clave a mi modo de ver: este nuevo poder alicantino no tiene un reflejo en la ordenación del Reino de Valencia. Los roces con la capital del Turia serán permanentes. Por ejemplo cuando le es concedida a Alicante el título de «ciudad ilustre» en 1687, Valencia se queja y se dan en la ciudad del sur episodios populares contrarios a la capital del Reino.

Embarque de los moriscos en la Valencia de 1609

Pasemos ya a la conclusión: hemos podido observar como Alicante es una ciudad que por su estructura económica y social experimenta en los siglos XVI y XVII unas derivas particulares.

Aumenta su poder e importancia enormemente pero crece desacompasada del conjunto del Reino y no consigue integrarse del todo en el mismo, entrando en contradicción tanto con la capital, Valencia, como con el resto de la gobernación de Orihuela, no liderando este espacio de forma clara.

Estas contradicciones seguirán dándose en el siglo XVIII, siglo de máximo auge de Alicante por su crecimiento económico espectacular, pero el tablero político en el que estas se jugarán se verá muy modificado por la nueva estructura institucional derivada de los decretos de nueva planta de 1707, que significaron la destrucción de los fueros o leyes propias.

¡Gracias por vuestro interés, espero que os haya gustado el post! Seguimos amigos, visca la terreta 🙂

Por Antonio Adsuar

*Fuentes principales: «Historia de la ciudad de Alicante»,VVAA, publicaciones del Ayto. de Alicante, 1990, tomo III, «Jurisdicción y propiedad de la tierra» A. Arberola, publiaciones de la UA, «Alicante en el siglo XVIII», E.Giménez, ed. Alfons el Magnànim

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