LA DÉCADA MODERADA (1844-54): CRECE EL PESO DEL ESTADO

Por Antonio Adsuar Hola amigos, Agosto ya, espero que el verano vaya bien. Por Arenales del sol ando, organizando para escribir este post unos apuntes del 3/4/2020. Y...

Por Antonio Adsuar

Hola amigos,

Agosto ya, espero que el verano vaya bien. Por Arenales del sol ando, organizando para escribir este post unos apuntes del 3/4/2020. Y es que las entradas de este blog, queridos lectores, se cuecen durante meses a fuego lento. Hoy os quiero aproximar a la llamada década moderada (1844-54), una etapa clave del siglo XIX español, marcada por la relativa estabilidad del período. Entremos ya en materia…

Desde la llegada del liberalismo en 1833 los acontecimientos había sucedido de manera veloz; la que podríamos llamar la «década turbulenta» (1833-44), trajo cambios significativos. Llegados a este punto, las élites decidieron que era mejor frenar y ralentizar aquella revolución oligárquica, aquella «revuelta sin pueblo» que protagonizó la burguesía española más conversadora aliada con las clases altas del antiguo régimen más progresistas.

El general Narváez

Vamos con algunos hechos: en 1844 se celebraron una elecciones que los moderados ganaron por amplia mayoría. El gobierno pasó a manos del general Narváez, que gestionó el poder de forma autoritaria y represora, aspirando sobre todo a establecer el orden.

A la facción moderada de la burguesía que había tomado el control de la «revolución pasiva española» no le agradaba la Constitución de 1837, que habían redactado los liberales progresistas. Por lo tanto, pusieron en juego una nueva carta magna, la del 1845, que se organizaba en base a los siguientes principios básicos: la soberanía era compartida entre el rey y las cortes, siendo el monarca la verdadera fuente última de soberanía, al carecer todo este proceso de una auténtica base de legitimidad popular. Así mismo, el Estado sería centralista y confesional y el poder del ejército se vio reforzado al decretarse la no existencia en lo sucesivo de las milicias nacionales (cuerpos armados de carácter popular).

En esta misma línea de actuación, se aprobó una nueva ley electoral (1846) que restringía aún más el derecho a sufragio. Solo el 1% de los españoles podrían ahora votar. También se decidió promover desde el Estado un nuevo acuerdo con la Iglesia, aprobándose un Concordato en 1851 que frenaba la Desamortización, prometía la financiación de la Iglesia por parte del Estado (contribución de culto y clero) y dejaba la educación en manos de los religiosos.

Recordemos que la Desamortización de Mendizábal de 1836-37 había sido liderada por la burguesía más progresista. Ahora, con el poder en manos de los liberales moderados, se paralizaba la venta de tierras de la iglesia. Los viejos propietarios rurales también veían su posición más fortalecida gracias a la creación, en 1844, de la Guardia Civil, un cuerpo policial militarizado, cuyo misión principal en sus fases iniciales fue defender la propiedad rural.

La década moderada también se caracterizó por la búsqueda de la unión y la homogenización nacional. A este efecto, se aprobaron dos nuevos códigos unificados: el penal (1848) y el civil (1850). Esta voluntad de generar un país más vertebrado llevó a los moderados a aprobar en 1845 también una ley de reforma municipal, similar a la que habían intentado promulgar en 1840, que reforzaba el centralismo del Estado.

Los alcaldes y miembros de los ayuntamientos de más de 2000 habitantes sería elegidos por el rey y los que tuvieran una cantidad de pobladores menor serían escogidos por el gobernador civil. De esta forma se reforzaba el control de los entes locales por parte de Madrid. Cabe recordar que las casas municipales habían sido el lugar privilegiado de los liberales progresistas para conectar con el pueblo. Gracias a mayor su cercanía al mismo habían ganado los liberales progresistas normalmente las elecciones municipales. Por lo tanto, de nuevo los moderados tratan de afianzar su poder restándolo a las demás facciones burguesas.

A pesar del relativo éxito y longevidad tanto de los gobiernos como de los efectos de sus política durante la década moderada, alrededor de 1854 los enfrentamientos entre los propios moderados, notablemente los protagonizados por el general Narváez y Bravo Murillo, fueron deteriorando su posición de primacía política.

Las cortes, ninguneadas, no representaban la voluntad popular. Todo esto llevó a un nuevo golpe de Estado por parte de los liberales progresistas en 1854, que dio comienzo al bienio progresista (1854-55), que analizaremos en el próximo post.

Como de nuevo comprobamos, al no existir un poder constituyente real en el marco de esta «revolución desde arriba», «revolución pasiva» o «revuelta limitada pero sin contar con el pueblo», el monarca era en última instancia el depositario único y real de la soberanía. ¿Quién mandaba en cada caso? En una situación de inestabilidad política era elegido jefe del gobierno el militar más exitoso si contaba con el respaldo del rey o bien se cogía el poder por la fuerza mediante un golpe de Estado.

Pasamos ya a unas conclusiones generales y más valorativas de esta década moderada (1844-54): hemos visto que en este período el pueblo, ya tradicionalmente ausente, perdió aún más poder. Los ayuntamientos fueron controlados por el gobierno central y la milicia nacional-popular dejó de existir.

En la «revolución burguesa-pasiva» todo se jugaba en relación a la intensidad del cambio que se quería provocar. En este sentido, se puede observar fácilmente el sesgo altamente oligárquico de la construcción del Estado liberal en España, que se ve aún más acentuado en los 10 años que estamos diseccionando aquí. En realidad, por lo tanto, estamos más que ante una revolución ante una «reforma moderada, limitada y burguesa del antiguo régimen».

De todas formas, no debemos caer, como se ha hecho demasiadas veces, en una valoración demasiado negativa de la historia de España. España fue y es Europa, aunque su revolución burguesa no sea igual que la de Francia, que es el modelo que todos tenemos en mente al trabajar estos procesos históricos.

Me gustaría añadir que, para equilibrar la balanza y dejar de lado un sesgo excesivamente negativo, la década moderada también tuvo grandes virtudes. A pesar de no ser un período tan «espectacular» con los momentos más revolucionarios protagonizados por los liberales progresistas, sí fue una etapa de cambios más estructurales y duraderos y por ello más importantes.

Pensemos, por ejemplo, en nuestra terreta alicantina. En este decenio se construye la red básica de carreteras y el Estado comienza, aunque sea muy tímidamente, a hacerse cargo de la educación y la sanidad de los ciudadanos. Por fin la acción de Estado llega a las provincias de manera beneficiosa, no únicamente en forma de impuestos y reclutamiento de soldados.

Además, el fortalecimiento del Estado central reforzó la conexión geográfica e histórica que más ha beneficiado a la ciudad de Alicante: el eje Madrid-Alicante vivió una revitalización, que se vio ampliada con la llegada del tren que conectaba nuestra costa con la capital en 1858.

Pero ya me he pasado hoy con el rollo, ejhje…Espero que os haya gustado, avanzaremos más muy pronto en mi siglo favorito, el XIX. !Saludos fresquistos a todos! 😉

Por Antonio Adsuar

*Fuentes principales: VV.AA. «Nueva historia de la España contemporánea», Ed. Galaxia Gutemberg,  J.L. «Historia del poder político español», ed. RBA

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2 comments

  1. apa Responder

    Som el dèneu. I a hores d’ara ho seguim essent.

    1. librosen Responder

      Exacte…Un XIX re-loaded però pur XIX!
      Gràcies per el comentari

      Antonio Adsuar