EL SEXENIO DEMOCRÁTICO (1868-73): VITALIDAD HISPÁNICA INARTICULADA

Por Antonio Adsuar Saludos a todos lectores, Hoy vamos a narrar los acontecimientos de una época muy movida de la historia de España. Se trata del llamado Sexenio...

Por Antonio Adsuar

Saludos a todos lectores,

Hoy vamos a narrar los acontecimientos de una época muy movida de la historia de España. Se trata del llamado Sexenio Democrático (1868-73). Como recordaréis en el último post explicamos cómo se estaba fraguando una coalición de descontentos que pretendía derrocar a Isabel II.

Éstos firmaron en 1866 el pacto de Ostende, por el que se adherían a aquella liga opositora los liberales progresistas, la Unión Liberal de O’Donnell, los republicanos y los demócratas. Liderados por los generales Prim (liberal progresista) y Serrano (de la Unión Liberal) este grupo organizó la denominada Revolución Gloriosa de septiembre de 1868.

El general liberal Prim

Los sublevamos triunfaron e Isabel II se vio obligada a exiliarse. Al estallar la revuelta en toda España se generaron de manera más o menos espontánea juntas regionales y locales similares a las creadas en 1808. De nuevo el paisaje político español, cuando se manifestaba de forma más libre, reflejaba la pluralidad irreductible característica del mundo político hispánico.

¿Qué pedían estas juntas?: sus reivindicaciones básicas eran la abolición de las quintas, sistema mediante el cual el gobierno reclutaba ciudadanos de los estratos populares para luchar en las guerras imperialistas, la bajada de los impuestos del consumo, que siempre afectaban en mayor medida a las clases bajas e, importante, un Sufragio Universal que diera al pueblo verdadera voz.

Los generales a la cabeza del movimiento revolucionario deseaban no obstante una revolución más limitada, dirigida y controlada «desde arriba»; por ese motivo Prim y Serrano acordaron disolver las plurales juntas.

Finalmente en 1869 hubo elecciones a Cortes Constituyentes por ¡¡Sufragio Universal!! (por primera vez en España). La victoria fue para la Unión Liberal y para los Liberales Progresistas pero los Republicanos obtuvieron unos resultados destacablemente positivos.

En este mismo año de 1869 se aprobó una nueva constitución, la más avanzada hasta el momento de la historia de España. Los ayuntamientos y las diputaciones ganaron poder propio e independencia del gobierno central. También salió reforzado el parlamento, aunque la forma de Estado siguió siendo la Monarquía y el rey retuvo gran parte del poder ejecutivo. Recordemos que, ausente Isabel II, el trono estaba vacante. El general Serrano fue elegido jefe del gobierno y Regente.

Detengámonos un momento a valorar la importancia del régimen que nació de la mano de la Constitución de 1869. Por primera vez, la carta magna veía la luz gracias al voto del todo el pueblo; era la primera ocasión en que aparecía en España un intento de «nación constituyente». Por fin se daba un proceso político de carácter popular que, frente a la predominante  «revolución pasiva-y-de-élites» que había marcado el siglo XIX hispánico, trataba de parecerse al que se había dado en Francia con la Revolución plena de 1789.

Se encontraba España frente a la oportunidad de expresar las verdaderas fuerzas sociales vivas que construían el país: la pequeña burguesía activa, las clases medias, los obreros. De la mano de partidos burgueses y de élites como los liberales progresistas o la Unión Liberal se intentó construir desde el poder una España política donde las ciudades, las partes más modernas y dinámicas de la sociedad, marcaran el tono político del país.

Parecía que por fin un pueblo activo respondía a la llamada de una burguesía que, también al fin, lo tenía en cuenta. No obstante, y por desgracia como veremos, toda esta oportunidad histórica pronto se malograría al no conseguir generar un sistema de gobierno estable.

El general Prim consiguió por fin el «Sí» de un voluntarioso candidato a rey: el nuevo monarca sería Amadeo de Saboya, egresado de la familia coronada liberal que había protagonizado la unificación reciente de Italia. La fatalidad, no obstante, volvió a cruzarse en los caminos de España. Prim fue asesinado en diciembre de 1870 y Amadeo llegó a España con el tiempo justo para velar su cadáver.

Amadeo I frente al féretro del general Prim, cuadro del alicantino Antonio Gisbert

Desaparecido el principal valedor del nuevo soberano, la situación política se complica. La oposición, antaño aglutinada por el común odio a Isabel II, es incapaz de generar acuerdos estables. Se suceden 6 gobiernos en 2 años, nadie escucha al neo-monarca.

A estas dificultades se suman el radicalismo obrero desestabilizador y dos guerras que lastran al Estado, la librada contra los independentistas cubanos (1868-78) y la tercera guerra carlista (1872-76). Finalmente Amadeo de Saboya, harto y ninguneado por todos, abdica en 1873.

Lamentablemente aquella sociedad española más plural y compleja que había alzado la voz por vez primera no fue capaz de construir un proyecto compartido entorno a su recién estrenado rey. ¿Y ahora?, ¿qué solución se podía dar a aquel puzzle?

La respuesta, como veremos en el siguiente post, es una precipitada 1ª República, que nacerá en 1873. Veremos…Gracias por leerme amigos! 😉

Por Antonio Adsuar

*Fuentes principales: VV.AA. «Nueva historia de la España contemporánea», Ed. Galaxia Gutemberg,  J.L. «Historia del poder político español», ed. RBA

In this article

Join the Conversation